19 de mayo de 2010

Esperando causalidades

Muchacho soñador que buscabas transitar una vida planeada a la perfección. Llevabas bien puesto el traje de la mesura, de la conciencia.
Muchacha tosca de pocos sueños, tambaleando en una vida poco agradecida contigo. Tenías colocado el vestido del sacrificio y los zapatos del esfuerzo.
Recuerdo haber visto sus caminos cruzados. Es más si a mi me tocaba marcar sus destinos, su encuentro no habría sido posible. Yo los conocía, eran dos seres opuestos de pensamientos y sentimientos, de recuerdos y porvenires, de formas de ver el mundo.
Algunos dioses (siempre dignados a dar la contra) decidieron enfrentarlos. Experimentaron con sus cuerpos. Sonreían ante la astucia de romper las reglas y susurraban para no ser escuchados por aquel líder, quien, sabido era, no compartía estas filosofías.
Allí estaba él con su cordura habitual, enfrentado a la despojes de pensamientos de ella. Su masculinidad lo llevaba a creer en una noche normal, plagada de un hedonismo concurrente. Enfrente, la feminidad corroboraba que se encaminaba algo libre, rebozado de alcohol y baile, como era normal a esas horas.
Una noche que dio pié a otra y luego a otra más. Prontamente el sol comenzó a ser testigos de sus habladurías, de sus miradas.. de sus besos encarnizados, casi eternos.
El tiempo empezó a trasladar un ser al interior del otro. La suerte hizo posible formar un solo pensamiento, un corazón. El era ella y ella él.


Aquellos dioses transgresores, se regocijaban con el hecho de saber que no era necesario escribir el destino, que las casualidades ya no se confundirían con las causalidades en infinitos papeles. 
Los años y la grandeza de la relación, terminaron por hacer que el líder librara miles de caminos sin escribir. Cada persona comprendía un compendio de casualidades abarrotadas. 
Un día observé a él caminando lejos de ella. Volteé mi cabeza y solo encontré a ella en dirección opuesta. Me sorprendí. Ya no eran lo mismo.
Los dioses teorizaban como locos, buscaban explicaciones. Nunca supieron que sucedió. Terminaron vencidos.
A veces me cruzo con él, lo encuentro casi sin vida, fantasmal. Primero le pregunto si regresaron; luego que pasó. Aún no tiene una respuesta, pero confía en el destino. Algo que no tiene. Solo es aquel experimento que divaga en el tiempo, plagado de casualidades y sin chance de encontrar la causalidad que siempre buscó.
Por lo pronto me desvela el hecho de saber que, en estos momentos, miles de seres transitan de la misma manera: Abrazados a una mísera causalidad que jamás les llegará.




Imagen: Florencia Dellavalle

12 de mayo de 2010

¿Será?

Por momentos resultaba inigualable rayar mi cabeza con tus pensamientos. Por épocas era mejor tenerte bien lejos. Por instantes anhelaba otro nuevo amanecer contigo; plagado de la libertad de ser uno mismo, tal cual, sin tapujos... Sin preocupaciones.
Provocabas días de enojos con el destino. Vapuleando la casualidad de haberte encontrado, me perfilaba a un mar incierto de dudas, de búsqueda de motivos inocuos. Eras la poca cordura ideal, la suficiente para hacerme inmensamente perfecto.
Atado a un pasado cómodo, el miedo de hacer las cosas mal (maldita insignia de mi personalidad) terminó por llevarse la soltura de mi tranquilidad. Amparado en conclusiones incomodas, busqué darle vida a algo que ya había muerto hacía mucho tiempo.
Es tan complicado aceptar el derrumbe de los sueños, que nos aferramos tanto a ellos y nos enceguecemos. Olvidamos que la vida es puro cambio, y atarse a un plan nos convierte en esclavos de las decisiones.
Amé con pasión, con fuerza. Intenté salir adelante, pero no se dio. Todo por tratar de volver a ser lo que fui cuando aprendí la lección de lo que implica ese sentimiento ¿Será por eso que cuesta desprenderse de lo que ya no es?
El tiempo fue robando días al calendario, fue dejando de lado asombros. Comenzó a borrar sensaciones extremas; confusiones que tenían un claro significado. Así y todo no se empeñó en desvanecer el miedo a errar.
La tranquilada de poder tener la cabeza fría, me lleva a la osadía de saberte una hacedora de mi nueva forma de ver las cosas. Tus palabras me colocaron de cara a una nueva dirección. Me ubicaron con la frente en alto... siendo yo, y no lo que a los demás les gusta. Dejando de ocultar mi poca cordura y mis vaivenes; entendiendo que así puedo sentirme completo, aún masticando una soledad que a veces estorba y otras se convierte en mi mejor amiga.
Comienzo a tomar el riesgo que nunca antes tomé. De a poco me voy soltando, encarando las cosas como me susurra el corazón. Puede que sea tarde, o capaz muy tarde, pero voy.. continúo. Puede que me equivoque, pero sigo.. no me detengo. La pausa ha de ser corta, no eterna. Lo suficiente para caminar y dejar que las cosas se vayan dando; para aferrarme a los cambios.
Ayer eras la menos pensada, hoy la más importante. Te convertiste en el padecer de mi duda, en la pregunta de saber si eras lo que desechaba mi sustancia para obtener mi esencia. Lo seguirás siendo... no se si para siempre o solo es un parate que hicimos en el tiempo. Por lo pronto dejaré que fluya y seguiré transitando mi camino con mi yo más veraz y descontracturante.