13 de mayo de 2012

Martes


Hace tiempo que intento encontrarte. Estuviste con otro después de aquel martes. Yo no guardo rencor, pues no te aprecie lo suficiente luego de besarte.
Ya pasó un buen tiempo y salgo con ganas de cruzarte; sabiendo por tu amiga que vos, también te impactaste.
Al calmarme, armo el rompecabezas de palabras para alagarte; imaginando el momento preciso para volver a besarte.
Proyecto el presente sabiendo que no me costara amarte. Solo quiero verte para que con tus brazos, vuelvas a atarme.





Tanto organicé nuestro encuentro de ansiedades, que cuando te tuve enfrente enmudecí y no pude hablarte. A pesar de ese silencio, a mi quisiste aferrarte; aunque tú tampoco sabías como colarte.
Ambos temíamos al rechazo, pero sabíamos que una mirada bastaba para enredarnos. Tus ojos y lo míos pueden contar más que letras que olvidamos; son rayos de pasión que nos dejan acurrucados.
Nos abrazamos; sentíamos el aroma de los nervios y lo pasado.  Atamos nuestra piel con roces bien marcados. Yo pensaba en el momento para besarte calmo; vos el instante que parecía más claro.
Ambos quisimos llevarlo a cabo, pero simplemente nuestras manos se soltaron; sin atenuantes fuimos lentamente cada uno por su lado.  





Ahora estamos casados, y han pasado casi treinta años. Como cuando jóvenes pensando en cruzarnos, y anhelando que nuestro encuentro ya no sea imaginario.
Hoy ingenuamente nos topamos. Luego de un tímido saludo, largamente charlamos; recordamos de lo fantástico de aquel martes y del simple beso que nos dejo pegados. Después de una fija mirada dejamos de callar cuanto nos deseamos, para sumergirnos en el mundo de lo prohibido y lo alocado.
Son las cuatro de la madrugada. El fulgor de la pasión se adueño del deseo de tantos años, se tiño de realidad con nuestros besos encarnizados.
Es miércoles y tan temprano, bien sabemos que somos un complemento que contradictoriamente no encajamos, pero solo me queda en la cabeza lo de otro martes latiendo a tu lado, forjado por un encuentro sumergido en cimientos de enamorados. 
Deducimos que por años, inventaremos nuevos encuentros imaginarios. Comprendemos cuanto nos necesitamos. Pero claro está, nuevamente callaremos, para luego, algún martes, amarnos y sentirnos desenfrenados del deseo acumulado.