Hace
tiempo que intento encontrarte. Estuviste con otro después de aquel martes. Yo
no guardo rencor, pues no te aprecie lo suficiente luego de besarte.
Ya
pasó un buen tiempo y salgo con ganas de cruzarte; sabiendo por tu amiga que
vos, también te impactaste.
Al
calmarme, armo el rompecabezas de palabras para alagarte; imaginando el momento
preciso para volver a besarte.
Proyecto
el presente sabiendo que no me costara amarte. Solo quiero verte para que con
tus brazos, vuelvas a atarme.
Tanto
organicé nuestro encuentro de ansiedades, que cuando te tuve enfrente enmudecí
y no pude hablarte. A pesar de ese silencio, a mi quisiste aferrarte; aunque tú tampoco
sabías como colarte.
Ambos
temíamos al rechazo, pero sabíamos que una mirada bastaba para enredarnos. Tus
ojos y lo míos pueden contar más que letras que olvidamos; son rayos de pasión
que nos dejan acurrucados.
Nos
abrazamos; sentíamos el aroma de los nervios y lo pasado. Atamos nuestra piel con roces bien marcados. Yo
pensaba en el momento para besarte calmo; vos el instante que parecía más
claro.
Ambos
quisimos llevarlo a cabo, pero simplemente nuestras manos se soltaron; sin
atenuantes fuimos lentamente cada uno por su lado.
Ahora estamos casados, y han pasado casi treinta años. Como cuando jóvenes pensando en cruzarnos, y anhelando que nuestro encuentro ya no sea imaginario.
Hoy
ingenuamente nos topamos. Luego de un tímido saludo, largamente charlamos;
recordamos de lo fantástico de aquel martes y del simple beso que nos dejo
pegados. Después de una fija mirada dejamos de callar cuanto nos deseamos, para
sumergirnos en el mundo de lo prohibido y lo alocado.
Son
las cuatro de la madrugada. El fulgor de la pasión se adueño del deseo de
tantos años, se tiño de realidad con nuestros besos encarnizados.
Es
miércoles y tan temprano, bien sabemos que somos un complemento que
contradictoriamente no encajamos, pero solo me queda en la cabeza lo de otro
martes latiendo a tu lado, forjado por un encuentro sumergido en cimientos de enamorados.
Deducimos
que por años, inventaremos nuevos encuentros imaginarios. Comprendemos cuanto
nos necesitamos. Pero claro está, nuevamente callaremos, para luego, algún
martes, amarnos y sentirnos desenfrenados del deseo acumulado.